sábado

ME LA CREEN, yo les miento para un lunes 27



¿Qué pude haber soñado ayer que no esté viviendo hoy,
si estoy recién y a mil
inaugurando la adultez que ya disuelve
al peligroso adolescente puro que ya era?
Es muy larga la pregunta y confusa la respuesta.

Mas lo intento.
Él se muere. Ese imberbe que yo era, 

ya no juega pues no miente
y va muy serio a Place du Tertre.

Lo prometo, desde ahora soy solemne.
Soy y estoy debajo de las páginas del diario de tu vida
Se me sale un nuevo rezo en vieja boca y es tu huevo.
Me persigno ante tu nombre.

Me aproximo hacia el día que diluvia
desde el hombre tembloroso que ha nacido.
La lluvia es una cerradura con los rayos
que balancea peligrosamente tu nombre de costado
cuando estoy de cumpleaños
por lo tanto desde ahora
soy el hombre del candado con su lluvias principiantes
junto al nuevo nuevo acantilado del verano que gotea.
Me mareo.

Soy el hombre nuevo que ha nacido. Te repito.
Hay herrumbre, volantines y fogatas
que con pasos de filo palpitante
podrían oxidarse en mi terno de farsante.
Y a pesar de eso, 
soy un hombre nuevo con verdades 
pero guardo en mi sombrero los conejos.
Tú lo sabes.

Están tus picaportes y secretos que me empapan
disfrazada de La Goule, doctora y vocalista.
Hacia ellos con mis pasos acudo ya sin miedo.
Piso con cuidado pues me incumbes
Pienso en ti sin enredos de baúles. Te lo juro.

Soy el hombre de los ríos tristes
de las playas y su sentido son heridas de un cobarde
Soy un hombre muy contuso. 
Y seré el sumiso si bien pides.
Soy torrente nuevo y por eso te columpio y balanceo.
Si deseas, ten mi mano. No te angusties.

Aún así;
puedo ser el hombre de simpáticos modales. Si quisieras.
Soy el hombre de Monmartre y sentencioso que convoca.
Voy a misa los domingos 
por el coro. 
No me cambies.

Abro un libro de poemas. Soy el sordo. Ni te miro.
Creo en Dios.
Se congregan los dolores feligreses de mis astros
y no debes mirarlos con desidia
pues me duelen mis rodillas petulantes.

Se me hielan las espaldas con tus dichos
que gotean puñaladas merecidas
al no creer en mi palabra delirante. Lo merezco.

Soy el hombre roto. Y equivocas;
ni un pedazo te traiciona.
A mi cabeza desembocan esos ritos en desuso.
Yo les creo. Van pasando.
Me transporto un poco más allá de tu horizonte.
Balbuceo y equivoco lo que olvido.

Yo no soy; pues me marchito. Te repito.
Hoy me dueles y no puedo ser el hombre de tu casa.
Porque lloro y muerdo
como nadie te ha querido.

Soy el hombre que concurre con facciosos
pero soy el hombre amable desde siempre. 
Te lo he dicho; soy benigno.
Me disculpo sin fracciones:
- Sí Hombre.
- Sí Mujer
Soy tu confidente. No te miento. Yo te creo.
Nunca más.

Hoy de nuevo es lunes 27
y atesoro las letras de este mes impreso.
Me adoso desde el otro lado, con banquetes solitarios
y como era mi pasado de billetes
me atoro desde el niño, como todos.
Por un rato
me amotino.

Sigo sibilante, indulgente y expresivo. No he partido.
Me la creo
y me quedo aquí
contigo
en este tiempo eterno
que ya olvido.

Soy de nuevo el impecable hombre adulto y de perfil patriarca
que tose en la función de ópera con extrañas expresiones
porque al fin y al cabo
soy también un hombre culto. Tú lo sabes. Me soporto.

Tengo ese frío con tres letras que es la tos,
a punto de sufrir esas penurias económicas
y no alcanzo a ese frondoso que tú quieres
y por el cual darías la vida si pudieras. No lo quise.

Soy el hombre torpe que te mira con vergüenza
y me rehúso ser esa moneda postergada en tus bolsillos.
No lo dudes; cara o sello.
Cara. Diva.
Estoy tranquilo. Me la puedo.

Somos dos creyentes con las canciones más potentes.
He visto a mucho disipado
que se burla de los dos enamorados
leyendo verso a verso y a hurtadillas este secreto.
Espera un poco.


... 


¡Hey lectores!
Aparte de ustedes; que se cuelan en mis barbas
no conozco otros seres que se crean lectores superiores.
Y en el cine, entrometidos,
ya no alcanza el escenario para tanto voyerista
que aparenta inteligencia y no la tiene.

Al conducirlos en esta caminata de mi vida, 
mis queridos;
soy el guía.
Sin mí, estáis perdidos.
Soy el hombre que los burla junto a un árbol
con su sombra contundente. Bienvenidos.

Naturalmente estoy horrible 

al sugerir esa sombra que no entienden. 
Pero ella lo adivina.
Pues me cree y me suspira. Soy su fin de abuela.

Estáis furiosos y ofendidos.
Me sonrío.
Lo noto en vuestras caras de pregunta
pero las llaves de mi ardor son mis llaves
y esas;
no las cedo
ni aunque el amor ausente me lo pida.
Porque miento como siempre
y como ustedes.

...