Me crece con delirio en el sosiego
si al lado de tu nombre se humedece.
A mí el pasto se me sale del hipódromo, los huertos
se me sale por lo dedos, las narices y los miedos
por la billetera, los candados, las ideas. Me preocupo.
El pasto se dilata en la trampa de tu musgo
silencioso me crece en tu terreno del exilio
que es tu cama, palmatorias y misterios.
Cuando hablo de pasturas y viñedos
el pasto se me sale por el diluvio de otros huesos
flameando en la bandera de mástiles y cruces. Me imagino.
El pasto que me brota en pleno octubre insostenible
se me sale siempre por el pliegue de mis pantalones tiesos
Se propaga y evidentemente, me humedezco hasta diciembre.
En el proletario añejo y en los coquetos nuevos
en el sagrado corazón sinceramente tuyo
y en la cascada de los genes, el maligno, crece. Me ensimismo.
Hasta el día de los muertos justamente entre un par de nubes
el pasto trepa impertinente entre todas mis palabras
con exceso de confianza y con más ganas.
Por lo tanto todo me es perpetuo, la codicia, la lujuria,
la malicia, los desfiles y la náusea gélida
la malicia, los desfiles y la náusea gélida
Incluso mis propias bendiciones se atiborran
cuando el pienso en ti
me crece y crece, sin oir a la jauría.
cuando el pienso en ti
me crece y crece, sin oir a la jauría.