Pude contemplar
con asombro
tu precioso latido de muchacho,
palpitando en el brillo dulce de tus ojos
y era el agua para azules caminatas,
tu precioso latido de muchacho,
palpitando en el brillo dulce de tus ojos
y era el agua para azules caminatas,
lágrima desnuda
que gritaba el éxodo del alma.
Te seguía en las
lecturas y sombreados.
Pedí respuesta en la sonrisa que era un ave que volaba
y era solitaria en
la cumbre del asolado sufrimiento.
El frio viento que
desnuda la roca de montaña
codiciaba tu paso
elástico y seguro
porque recorrías
con tus pies dolientes de tanto andar
la fría roca de montaña y la besabas
la fría roca de montaña y la besabas
Te seguía entonces,
en los dibujos y poemas.
Aquella cordillera tan airada por los vientos y gélidas nevadas
fue tu campo de batalla, laguna de un desierto inmenso,
socavón hermético,
volantín del cielo.
Ella, nada dijo cuando los cóndores rozaron tus cabellos
Ella, nada dijo cuando los cóndores rozaron tus cabellos
y marchaste tan hermoso entre nosotros con tus
pies alados
tomado de la mano
de las nubes que siempre fueron tus juguetes.
La muerte nunca
dice nada y nos envuelve
nos apiña y acumula en la partida desde siempre
Lo hace, para que el
éxodo de tu alma llore por nosotros.