lunes

CANCION DEL ALMA

Me desprendo de la vida y las vendas y las prisas
Bostezando esta mañana
me desnudo del semáforo en el cruce de la esquina
y del parlante en la parroquia que tenía voz de dios
y de la rubia en la cascada de la plaza
y del rubio pez que la esperaba boquiabierto,
porque hoy es un domingo.

Me desprendo de mis culpas ya sin techo
cuando bebes tu café del que aún tengo el recuerdo
y de todas las basuras que pusieron a la entrada de mi casa.
De los pájaros cantores y sus jaulas voladoras
al ducharme con sus gorgoritos me descostro,
como si fuera un obelisco reflectando los crepúsculos;
estoy desnuda.

Parece que alguna vez me humedecí en la estación.
Parece que ayer no más fue;
en el futuro antiguo del punto itinerario o del Aleph.
Por la ruta infame del espejo circular o luna
hicieron el debut y despedida la canción de cuna
y la marcha fúnebre de todos mis amigos y enemigos
¿Por qué no?

Y si vieras como duele sacar cada costura
abandonar los pegamentos para no abrir alguna herida
de tu inmensa catedral.
Desatar los nudos de esa geografía es lo que duele
cuando sutilmente me despido de mi uso.
Lo inmediato sería gritar
pero aquel grotesco verbo
ayer no más se fue.

Me desprendo de las ropas y del frío de tu boca
Epítetos, insultos y de las agrias ínfulas
en la comisura de tu puerta que fue sonrisa falsa.
Del veneno y de las sierpes me evaporo para siempre,
ni siquiera me tocaron hace un rato apenas
cuando pasaron fragmentadas por el contorno del desprecio;
casi nada.

Con los besos relamidos de tu lengua colgué un abalorio
que aterrizó en mi oreja izquierda como nido pero se cayó
porque siempre supe que estaba de pasada.
En las ingles de ácidos mordiscos y duros dedos
donde estaba el jazz de brumos amuletos;
nunca más.
Estoy disuelta y expulsé esa húmeda liviana.
Fue hace un rato.

Me despido de los saxos, contrabajo y tenores
y la memoria de sus ritmos con el yunque y el martillo,
Se fueron con la nieve derretida por el sol de algún desdén.
De la mar, la arena, en lo concreto de todos tus naufragios;
adiós mi lápida.
Al fondo de la nada se hundieron todos ellos
con burbujas que también se despidieron.
Me lo cuentan pequeños remolinos que suben cuando paso.

Adiós besos por escrito que no llegan a destino,
adiós camino bebido por fantasmas y alimento funerario
de nostalgias, lágrimas y vacíos como un grano
molestando en el zapato de las marcha familiares
me despido del adiós desmantelado de las mesas paternales
Y no sé si fue con un saludo, pero chao.

Me libero de los trenes, aeroplanos y cohetes como si fueran gajos
podridos en el jardín o basural de los mecánicos
Distanciase mi dedo ínfimo de la curva de tu abdomen
y todos los crujidos de mis articulaciones que se apagan y despiden
Puedo viajar al último confín, así tan de liviana
porque a ninguna parte acudo ni me esperan; vago.
Y todo lo que amo es apenas el recuerdo de tus pasos a granel
y sin destino, a lo más, difusos.

Del telégrafo, teléfono, la radio,
donde pasó tu voz ardiente sugestiva impenitente
me descuelgo con mi luto
para siempre escucho todo lo pasado, lo presente y lo futuro
ni se enteran las chispas que revolotean
en la colectiva flor de todos los frutales
la velocidad sin medida del olvido
cuando pasó mi luz, porque tú eras disperso.
Que resbalen saludos, despedidas, cayendo del andamio. Chao.

Historia, vida,
o mortuorios restos de Cárcamo Rubén
porfiada hoja seca que nunca fue en pos de otoño
creyendo que era rama raíz del tronco y genital
de algún vuelo ultramarino
o semilla de un vergel. No sé qué te creías.
Despídete de mí.

Me destrabo desencajo, me separo y desparramo.
Me deshago de lo que nunca tuve
Me desprendo del músculo macizo que me aferra
y de la porfiada inteligencia de Rubén
que sospecha a donde va su pleno olvido; ni recuerdo
y si me fui;
ni estuve
con el que nunca conocí.