lunes

SANTA DIGNA.

Ojal eran tus piernas, ojal ni más ni menos
aunque lo olvidas
Ojal tus mejillas las que ardían y el corazón afuera, ojal.

Empalado en mieles para decir tan sólo un verso oscuro
era mi copla, de escoba un palo
y tu beso lento apenas
el decreto de su muerte repasado con tu lengua ojal
y líquida
que sin decir me desnudaba.

Ojal tu celo de par en par tu rojo lirio abierto
Y motor de brujo entre las piernas
mi acento modulado
y coito de cantarina voz hacia tu oído
mi primer quejido era tu ojal.

Saciar todas las preguntas lelas y volar en ese instante
para la luna inmensa que entendía
aunque la noche fuera intensamente oscura; yo quería
cruzar por el firmamento de tu ojal.

El ojal era redondo
y duro el libro plano de tu vientre digno que ofrecías
Y Biblia apretujada eran esas nalgas tuyas hasta parirme nuevamente
en tus primeras nupcias
y era más
todo el segmento de tu ojal de lava
redondo como la inmensa vela a cachetadas
soplada por el viento hinchado de mis venas abultadas.

Pero tú habías dejado de flotar
como esa flor de lirio blanca
donde deposité mis huevos de libélula novicia
en los años nuevos, blanco, negros,
ni recuerdo.

El olvido permanece muy severo
cuando insistes santa y digna
a rechazar este recuerdo que aparece entre la niebla
con la forma de un ojal calado hasta la lluvia intensa
de tu grupa inmensa.

Estás cubierta de escrúpulos de ajada
y saliendo de la misa eterna y seca que te has dado.

Mira el botón cascado que te sueña como aguja
y te agradece con su novicio intacto esperando aquel ojal de nuevo
Que depiles tu santuario y su espesa jungla, suave y tersa
en toda la estatura de ese miedo abierto
para la punta hambrienta de mi dedo, sueño

No te cases contigo ni conmigo
ni cuando estoy dormido.
Ni sueñes capiteles donde pecas
que está mi monumento desde hace tiempo
atento y a pie firme de tus besos
desde siempre
colgando de tu ojal eterno