perfectamente inmenso, perfectamente nulo
buscando pasos míos que alguna vez viajaron por igual ausencia.
En ladridos de lanudos perros
el sol seguía sin oírme
y la luz ardiente trepaba sobre viejas soledades.
Yo hablo del regreso
pero era búsqueda y reconquista de húmedos jardines
que no veían ni mis lágrimas
de lo que alguna vez fue despedida.
El pasto,
esa breve línea verde que acontece al borde de la ruta
se erguía como siempre en el mismo siglo donde acaba mi camino.
La flor de amor
del amarillo sol
parece cantar la divina llamarada de un beso en la mejilla
para marchar hasta la escuela
para marchar hasta la escuela
pero apenas nos aviva.
Fui a mirar esas ventanas que estaban secas.
Estaban mudas
en el frondoso olvido.
Sé que guardaban la palabra amada
Fantasmas del calor seguro era la sombra entre sus vidrios rotos
Y ese golpeteo con la punta de furtivos dedos
esperaba un corazón latiendo.
Pero no era mío el privilegio de ser indispensable
en esa calle de mi infancia.
Nuevas vidas y recién pintadas alegrías
en delirio propio.
Gritos.
Me hacían sonreír por los recuerdos
porque todo estaba igual
pero nadie era el mismo
al borde de la vida que pasaba.
pero nadie era el mismo
al borde de la vida que pasaba.